El aguijón republicano.

 


José Antonio Pérez Tapia
En la revista EL SIGLO, nº 1206 (23.06.2017) : 

En sus carnes lleva clavado el PSOE el aguijón republicano. De vez en cuando la herida supura. Es la herida de la memoria, que no acaba de cerrarse porque los intentos de sutura son en falso. Cuando aflora inevitable el recuerdo de eso que se siente como espina que lacera las entrañas, entonces se pone en marcha algún mecanismo represivo que no hará sino agudizar el dolor. Y no se evitará que lo reprimido vuelva, tal como está en el código de todo aquello que se quiere enviar a los sótanos de la consciencia. 
En el pasado XXXIX congreso del PSOE retornó lo reprimido en una enmienda de jóvenes socialistas proponiendo que el partido incluyera en su programa el avanzar hacia la III República. Tal enmienda, dada su comprometida índole, fue remitida al pleno del congreso. Pero al pleno no llegó. La nueva dirección del PSOE tuvo que fajarse con los proponentes para que la retiraran a cambio de una genérica alusión a los “valores republicanos”. Una vez más, hasta la próxima.
Si hubiera un diván psicoanalítico para fuerzas políticas, el PSOE tendría que reclinarse en él para afrontar la represión que se autoaplica a causa de su superyó de partido de orden. Pero las cuestiones políticas, aun con su dimensión psicosocial, hay que abordarlas políticamente. El PSOE tendrá que decidirse alguna vez a recuperar su conciencia republicana. Eso no se resuelve con una alusión a los “valores republicanos”, como tampoco enarbolando banderas republicanas como elementos de un ritual vacío.
El PSOE ha contribuido a la recuperación en España de la memoria histórica. No se hizo todo y aún queda un largo trayecto. Además de seguir acometiendo todo lo relativo al reconocimiento debido a la memoria de las víctimas de la guerra civil y de la dictadura, destacando el continuar las tareas de exhumación de restos de tantos fusilados despiadadamente arrojados a fosas comunes, hay que recuperar también la memoria colectiva de lo que fue la II República española. Reivindicar su legitimidad, sus valores democráticos y sus impulsos solidarios y emancipadores, es quehacer que no debe soslayarse más. Es necesario reconstruir ese discurso anamnético respecto a la República que deje atrás el falseamiento de los consabidos ejercicios en torno a los dos bandos que se enfrentaron en la guerra civil como si todo se redujera a un perverso juego de equidistancias, olvidando que dicha guerra siguió al golpe de Estado de corte fascista con el que se quiso liquidar la legalidad republicana.
Haciendo el debido trabajo de memoria respecto a la II República se podrá desvelar lo que quedó como cara oculta de la transición de la dictadura a la democracia. Ésta, con méritos que nadie con entendederas políticas va a discutir, se llevó a cabo bajo la vigilancia de poderes fácticos derivados de un régimen dictatorial. Vinculada a ellos la ideología dominante en cuyo marco se jugaba, la herencia republicana quedó del todo orillada, como apreciaron los que aún vivían en el exilio. La democracia vino emparejada con la restauración borbónica, planteada como monarquía parlamentaria. Para ello, y en aras de una reconciliación muy condicionada, se pagó el peaje de eludir el referéndum sobre monarquía o república. Y si el PSOE rindió tributo a la historia republicana llevando la cuestión a la comisión constitucional del Congreso, ello fue a título de homenaje político otorgado a la vez que se aceptaba el paquete de monarquía junto con democracia que en la Constitución del 78 se ofreció como clave del sistema político (y socioeconómico) que se fraguaba.
Hay que reivindicar el referéndum que se aparcó, subrayando que para llegar ahí debe trabajarse un proyecto republicano de democracia, una concepción republicana de ciudadanía y una puesta al día del socialismo como radicalización de una tradición republicana que ha de actualizarse para las escalas del siglo XXI.